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Ante los ataques terroristas, Israel, aunque tiene reconocido el derecho a defenderse, no encuentra una forma de actuar que garantice la protección de los civiles. Lo que nos devuelve a la Biblia: «Cuando en una pelea entre hombres uno golpee a una mujer encinta si hay lesiones pagará vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, cardenal por cardenal» (Éxodo 21: 22-25). El Holocausto nazi motivó a la recién nacida ONU a dividir Palestina en dos territorios para ubicar allí a los judíos dispersos por Europa. Fue un 29 de noviembre de 1947. Después, el 14 de mayo de 1948, se creaba el Estado de Israel. Los árabes de los países circundantes no lo aceptaron. Desde entonces las guerras no han cesado. Tampoco lo han hecho las resoluciones de la ONU, que se han roto con enorme facilidad. Los conflictos han continuado siempre a la espera de la creación de un Estado Palestino de difícil encaje. Israel es ahora un potente Estado, tecnológica y militarmente. Con las guerras, se ha hecho dueño de casi toda Palestina, incluidos los Altos del Golán y gran parte de Cisjordania, aparte de una importante zona de Jerusalén. Sólo queda fuera la Franja de Gaza. El terrorismo, como casi siempre, domina la situación, mientras el sufriente pueblo palestino, utilizado por unos y por otros, espera una solución que no llega. Eduardo Olier expone en este libro la realidad, con el respaldo de citas de personajes que explican los movimientos hasta hoy y los que se producirán en un futuro que cada día parece más cercana. ¿Por qué nadie quiere una paz duradera? ¿Qué intereses geopolíticos buscan la cronificación de una permanente? El mundo está roto en dos bloques. Oriente contra Occidente en decadencia y viceversa. Con un Sur Global que ha tomado partido. El futuro del mundo vuelve a pasar por Palestina, aunque no sólo, porque la guerra en la franja de Gaza es el nudo que conecta a este complejo mundo.
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