Hay momentos en el día, y en la vida, en los que el alma y la vista no
consiguen diferenciar el mar del cielo. Ambos aparecen unidos en un
continuo aparentemente inseparable que multiplica exponencialmente la
capacidad de asombro con la que ambos sacuden el alma de quienes
contemplan su imagen. De igual manera aparecen, con frecuencia, aliadas
música y poesía en cópula cómplice dispuesta a llevar hasta el punto de
ebullición emociones albergadas en pechos de almas inquietas.
¿Y qué es una canción, en gran medida, sino música y poesía fundidas en
amable aleación? ¿no está a menudo presente la una en la hora de inspiración
de la otra, y viceversa? Pero, además, del mismo modo que hay un poema para
cada momento de nuestra historia vital, nos resulta impensable mirarnos y no
perdernos sin recordar los acordes y notas que han jalonado instantes de
nuestras vidas. Por esos y otra infinidad de motivos, era menester dedicar un
tiempo y un espacio a esta íntima relación entre dos de las más bellas artes
con la vida y obra de cerca de un centenar de «poietés» del siglo XXI, y así lo
hemos hecho.
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